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Terapia Floral: Estudio de caso de un paciente con hipertensión arterial y psoriasis

Cuéntale a tu corazón

que existe siempre una razón

escondida en cada gesto.

Joan Manuel Serrat

  1. Introducción

En el marco de la Cuarta Versión del Diplomado de Medicina Complementaria y Terapias alternativas de la Universidad de Viña del Mar se presenta un estudio de caso. Como herramienta de diagnóstico se ha utilizado la Iridología y la Radiestesia, esta última particularmente para apreciar el estado energético de los chakras. Como tratamiento principal se ha diseñado una terapéutica basada en el Sistema Floral del Dr. Edward Bach.


A partir de la Entrevista Floral, en la que el sujeto declara consultar por psoriasis e hipertensión arterial, fue posible apreciar como causas subyacentes a la enfermedad, emociones asociadas a la rigidez, sobreexigencia y deseos de evasión, que al mismo tiempo se asocian a un período difícil económico y profesional del individuo. Se observan también rasgos de su personalidad, y vestigios emotivos de su infancia y adolescencia.


Se consigna a continuación la entrevista, adaptada a los requerimientos de la medicina holística, el diagnóstico realizado a partir de la entrevista, el análisis iridológico, y la evaluación del estado energético del individuo mediante radiestesia.


Se reseña luego la terapia floral diseñada para el paciente, su justificación y forma de administración.


Por último, se ha utilizado el apartado de las Conclusiones para consignar reflexiones finales respecto a este trabajo y al uso del Sistema Floral del Dr. Bach como una herramienta terapéutica para ayudar a las personas a tomar conciencia de sus comportamientos, ayudarles a conseguir el equilibrio y con esto, la salud.


2. Entrevista floral

Fecha: 20 de Octubre de 2012

Nombre: XXXXXX XXXX (confidencial)

CI: XX.XXX.XXX – X (confidencial)

Edad: 46 años

Nacionalidad: chilena

Domicilio: Viña del Mar

Teléfono: XXXXXXXX (confidencial)

Profesión: gestor cultural

Motivo de consulta: Hipertensión y psoriasis.

Paciente consulta por padecimiento de hipertensión arterial (HTA) y psoriasis. Señala que actualmente no está pasando por ninguna crisis de estos estados enfermos, pero los padece hace tiempo y le interesa explorar la Terapia Floral como un tratamiento alternativo y “menos tóxico” al uso de fármacos alópatas.


Se consulta al paciente por la temporalidad y evolución de ambas enfermedades. Indica que la HTA la padece hace doce años y la psoriasis hace unos quince. La HTA la descubrió yendo a controlar a su mamá al cardiólogo. Ella nunca se había controlado por molestias asociadas a la HTA, pero en esa consulta el doctor le preguntó si había antecedentes familiares de la patología. Entonces el paciente preguntó si la HTA se heredaba, y al controlarse la presión arterial, descubrió que era hipertenso. Recuerda que fue exactamente el año 1999. Al igual que su madre, antes de esa visita no había tenido nunca indicios de HTA, ningún síntoma asociado, y tampoco antecedentes familiares. El médico explicó en la consulta aludida que la HTA no tiene síntomas visibles. Sin embargo, el paciente asocia ciertos dolores de cabeza esporádicos (no puede citar la frecuencia exacta de ellos: “una vez al año, a lo más”) con la HTA. Al pedirle que describa sus dolores de cabeza indica que le duele la parte de la nuca, sobre las orejas y en la frente, como un cintillo que le aprieta, no manifiesta sensibilidad a la luz o el ruido y siente que si descansa, duerme, se alivia. Dice que son especiales (asociadas a la HTA) porque “no se quitan con una pastilla y duran más de lo normal”. En esos casos toma “algunas pastillas para bajar la presión” y con eso se le pasan. Los asocia con alguna preocupación. Desde el diagnóstico de HTA el paciente comenzó a tomar medicamentos de manera permanente: Losartán potásico, 50 mg una vez al día en las mañanas, y siguiendo los tratamientos de su mamá, toma Cardioaspirina diariamente, autorecetada. No se controla la presión regularmente “pero sabe que la tiene alta”.


La psoriasis la “descubrió” hace unos quince años cuando le dio un episodio de la enfermedad que afectó la piel del empeine y en las piernas, cara posterior. No sabía lo que era, una picazón con descamación de la piel diferente a cualquier tipo de alergia. Fue al dermatólogo y él le diagnosticó la psoriasis. No tenía antecedentes familiares. El médico le indicó que la causa de la patología es desconocida, y menciona que está asociada a la raza judía, situación que le molesta profundamente por no ser simpatizante de los judíos, por razones religiosas. También asocia la psoriasis a eventos de nerviosismo. Recuerda que en ese momento, del primer episodio, estaba pasando por preocupaciones, aunque le dijeron que se manifiesta con posterioridad a los episodios de estrés. No recuerda exactamente qué hecho desató la psoriasis, pero asume que algo ocurrió. La clave, plantea, es controlar “la mente y el sistema nervioso”. Por eso trata durante sus crisis personales de no “darle vuelta a los temas”, con poco éxito porque dice no poder abstraerse de sus problemas y además “es como un tablero de ajedrez, empiezo a pensar en todos los involucrados y en sus posibles reacciones, en todo lo que puede venir para adelante”. Recalca que no se considera una persona negativa, analiza las cosas objetivamente pero intenta ver todos los resultados posibles para poder manejarlos “y conseguir lo que quiero”. La psoriasis vuelve cuando se altera el sistema nervioso por preocupaciones. La ha tratado con cremas especiales y tomando pastillas para los nervios. No remite variaciones en los síntomas de la psoriasis en los distintos momentos del día o con los cambios de temperatura. Primero tomaba pastillas de la Knop (Mellipas) y surtían efecto. Descubrió después un remedio casero muy bueno que era la avena, de la que se hacía cataplasmas con agua caliente, lo que disminuía la picazón y aceleraba la recuperación cutánea. Durante las últimas crisis, estos dos últimos años, se ha preocupado de “sólo tranquilizar la mente, que las preocupaciones no me desborden”, sin usar cremas o píldoras. Dice haber tenido éxito y haberse recuperado de los últimos episodios sólo con trabajo mental.


Al margen menciona que en paralelo a la primera manifestación de psoriasis tuvo otra patología, alopecia ariata, que se manifiesta en “que a uno se le cae una placa completa de cabello, quedando una peladura blanca”. Y también descubrió que se había producido en otra ocasión anteriormente, unos dos o tres años antes de la psoriasis. No poseía antecedentes familiares. El único tratamiento efectivo para recuperar y regenerar el crecimiento del cabello, le indicó el médico, era ponerse una loción y unas inyecciones. Lo hizo y además andaba con gorros y se dejó crecer el pelo.

Ante el comentario de que en medicina holística la piel representa nuestra protección y nuestro medio de contacto con el entorno, se explaya señalando que la molesta profundamente que lo toquen, que lo acaricien, tiene una sensación de molestia en la piel si lo tocan durante un tiempo prolongado. Por las noches duerme a sobresaltos ya que duerme con su esposa, hija e hijo pequeño el que constantemente lo abraza, lo patea o lo toca. Ese contacto lo despierta. Al pedirle que describe las molestias en la piel, dice que le cuesta ponerlo en palabras, no es dolor, ni ardor, simplemente molestia.


Al consultársele por el tipo de preocupaciones que le aquejan señala que a consecuencia de las tres enfermedades se dio cuenta de que su debilidad era el sistema nervioso “que lo ataca”. Cuando manifestó por primera vez las patologías referidas “las preocupaciones en ese entonces eran laborales, familiares y sentimentales y ahora más viejo, temas económicos, lo otro pasó a segundo plano”. Actualmente, trabaja como arqueólogo ejecutando proyectos de manera independiente, pero está atravesando por un período de casi tres años de trabajos esporádicos, lo que lo ha llevado a una profunda crisis económica. Había contraído varios compromisos bancarios pues sintió que había alcanzado por fin la estabilidad económica, pero la cesantía y la muerte de su madre, con las consecuentes deudas médicas, lo sumieron en serios problemas económicos. Estos años se ha mantenido económicamente con el dinero ahorrado, con una herencia que recibió su esposa y con trabajos intermitentes. Dice tener “reventadas las cuentas del banco” y estar a punto de que rematen su casa. Confía mucho en Dios y constantemente le pide ayuda, aunque pasa por períodos de negación, desánimo, profundo desaliento y desesperación. Dice que en estos momentos “teniendo plata soy feliz”, y sostiene que si se solucionaran sus problemas económicos no manifestaría más problemas nerviosos. Concluye que su mayor preocupación ahora es encontrar estabilidad económica para su familia. Considera que es su deber y responsabilidad ser el sostén del hogar, el proveedor y se angustia porque se siente imposibilitado de hacerlo. Le da impotencia. Dice que quizás es una posición machista y anticuada, pero es su forma de ser y le parece que es lo correcto.


Se le interroga por otras enfermedades que considere importante mencionar: Señala su estrabismo, tema que de niño le preocupaba mucho. Relata que no nació con estrabismo, sino que según su mamá se le desarrolló a los once meses. Ella pensó que se debía a complicaciones en el parto, ya que el paciente nació con el cordón umbilical enrollado al cuello y fue un parto en casa, sin asistencia médica, porque su madre no fue recibida en ningún hospital ya que no reconocieron sus signos de trabajo de parto. También relata que su madre asociaba el estrabismo a las preocupaciones que ella tenía en la casa con su padrastro (abuelo del consultante), y creía que le había traspasado sus preocupaciones o sus angustias.


Relata largamente que su abuelo era muy “boca suelta”, autoritario, grosero, intolerante e insolente con su familia y amigos. Luego se arrepentía, se disculpaba pero volvía a explotar. A menudo discutía y echaba de la casa a las visitas, repitiendo que él era el dueño de casa por lo que no podía ser contradicho. O pateaba los juguetes de los niños. Eso lo marcó mucho. Piensa que su abuelo no supo asumir la llegada de los nietos, no tenía una buena relación ni siquiera con sus hijos y ante esa actitud, y para proteger a su abuela, su madre les imprimió la idea de que no debían molestar, algo que tiene muy presente hasta ahora. Cuando la situación se hizo insostenible para su madre, sus padres decidieron buscar una casa nueva para la familia. Antes vivían con los abuelos porque su padre era marino, y su madre pasaba mucho tiempo sola cuando él se embarcaba.


Como tratamiento para el estrabismo, fue operado dos veces, a los seis años y a los dieciséis, y se corrigió al comienzo un estrabismo convergente y uno divergente luego. Fue más que nada con un fin estético, pues nunca recuperó la visión del ojo afectado. Cuando pequeño le complicaba tener estrabismo “porque no quería tener el ojo chueco”. Eso lo hacía ser introvertido, le afectaba en la relación con las personas, especialmente “cuando a uno le comienzan a gustar las chiquillas”. Solía pensar en cómo lo veían los demás, con su defecto físico, agravado por la idea de que se había operado dos veces, prácticamente sin éxito. Algunos compañeros lo molestaban en el colegio. Un día de adolescente y “como es mi carácter duro”, se dio cuenta de que era absurdo su razonamiento “que era tal como era y quien me quisiera me tenía que querer así, porque era algo que yo no podía cambiar. No me hacía más tonto ni cambiaba mi relación con otros”. Siempre pensó que su estrabismo era una enfermedad karmática y así se lo consultó a sus asesores espirituales (personas que consultaba, con alguna capacidad de canalización o visualización de los mundos sutiles, las define). Entiende que el karma son situaciones pendientes de vidas pasadas que debe resolver en ésta. Aun así, siente que todavía no tiene claridad de por qué tiene estrabismo.


Menciona que también tiene dos hernias inguinales y dos epigástricas. Fue operado sólo de las primeras, ya que las segundas no inciden en su calidad de vida, y la intervención sería sólo estética.