Ser hermano mayor
Según las constelaciones familiares, en las familias reinan órdenes sustentados por el amor. Consciente o inconscientemente, los seguimos, y si por alguna razón no los respetamos u honramos, nuestro inconsciente reclama la resolución del caos. Los menores, por ejemplo, siempre deben respetar la jerarquía donde ellos son los pequeños. Los menores siempre reciben de los mayores, honran y agradecen. Los mayores siempre entregan, honran y dejan ir su energía en su árbol familiar. El flujo amoroso siempre puede ser recíproco, más si exigimos lo contrario, contravenimos un orden familiar. Por ejemplo, si los padres demandan a los hijos un sustento, o si un hijo asume un rol paterno tras la muerte de uno de sus progenitores.

Lo mismo ocurre con los hermanos. El hermano o hermana mayor siempre ha de ser la fuente nutricia de los hermanos que le siguen. Será el modelo, el guía, el líder. Es el que debe sufrir todas las declaraciones de intereses ante sus padres, pero es el que conquista las victorias de las que después usufructúan los más pequeños. El primogénito conoce con más fuerza que cualquiera la sombra de sus padres. Nos ve en nuestro estreno en sociedad, cuando el entorno pone a prueba nuestras habilidades para sostener una vida. Pero no hay que tener miedo a dicha situación. Todos nosotros escogemos nuestras condiciones para nacer, de manera que el primer hijo trae esa vocación desde el momento en que escogió encarnar.
Lo más común, cuando observamos pequeños que tienen problemas emocionales para adaptarse a la llegada de un nuevo hermano, son las aprensiones maternas y paternas. La primera emoción que nos embarga es la culpa, como si destronáramos a un rey de su corona. ¿Cómo organizamos los tiempos ahora? ¿Cómo seguimos siendo ecuánimes, cuando uno y otro requieren distinta atención? ¿Cuándo celebre un cumpleaños, le debo regalar a los dos? ¿Y si me llevo mejor con uno que con el otro? Los pequeños comienzan a espejar nuestras inseguridades, y la llegada de un segundo o tercer hijo se convierta en un motivo de ansiedad más que de alegría. Pero debiéramos comprender que la relación de hermanos se construirá en el tiempo entre ellos, y lo que nos compete a nosotros, como padres es dar una base amorosa sólida desde la cual nuestros hijos puedan nutrir tanto sus relaciones de hermanos, como las que establezcan con otros familiares. Entre hermanos va a haber competencia, peleas, manotazos, celos, recriminaciones, críticas. Pero también va a haber amor, compañerismo, apoyo incondicional, protección, complicidad y mucho amor de nuevo. El universo que ambos constituyan como individuos va a ser un punto de referencia y fuente de experiencia tanto para el hermano mayor como para el menor. En un marco de respeto, debemos darles la libertad para que ellos construyan su propio vínculo y escriban su propia historia.
Rocío de la Vega propone un bello ejercicio para hacer, principalmente con el corazón, en vista de nuestras relaciones filiales: “Visualiza a tu hermano o hermana y dile: ‘Querido hermano(a), gracias por todo lo que he aprendido contigo, lo tomo y hago algo bueno con ello. Te tomo como a mi hermano mayor (o menor) y tú puedes tomarme como a tu hermano (a) mayor (o menor). A cambio de tu respeto, te doy mi cariño (si tú eres mayor que él o ella), o a cambio de tu cariño, te doy mi respeto (si tú eres menor que él o ella). Respeto tu destino tal y como es y lo dejo contigo. Yo tomo mi destino. (Fuente: http://rociodelavega.com/articulo_hermanos.asp)”. Cuando los hermanos respetan su lugar en la familia son individuos capaces de asentarse firmemente en la vida y nutrirse de energía. Porque ese respeto se entiende como reconocer quiénes somos, protagonistas de una historia única, en un escenario familiar.
Y este ejercicio se aplica no sólo a nuestros hijos. Porque como bien podemos suponer, las relaciones que hayamos tenido con nuestros hermanos, potencialmente serán replicadas por nuestros hijos. ¿Qué número de hijo soy yo? ¿Mayor, del medio o menor? ¿Cómo era la relación con mis hermanos y hermanas? ¿Fui la mayor pero escogí ser tratada como la más pequeña para no ser obligada a dejar la casa materna? ¿Mi hermano del medio asumió un rol paterno cuando mi padre ya no estaba?
Yo personalmente, crecí como hija única. Pero ad portas de que naciera mi segundo hijo, conocí a mi familia paterna y me descubrí como la hija del medio. Me preceden dos hermanos y me siguen dos hermanas. Pasé de ser la guinda de la torta, al jamón del sándwich. Honro mi destino, en el que soy tanto aprendiz como maestra de mis hermanos.